A veces me pregunto si existe Algo que lo orquesta todo, que coloca las piezas en el puzle enorme de la vida sin que ninguna falte, ni sobre, haciendo que el conjunto de relaciones, encuentros, experiencias sea siempre perfecto y se den en el momento y lugar adecuados. Me pregunto si ésta o aquella persona se cruza conmigo por algún motivo o sin ninguno. Dicen que no existe la casualidad, que cada encuentro está organizado de antemano, eso dicen. Pero lo cierto es que, la mayor parte de las veces, ni nos damos cuenta de ello. Andamos por la ciudad, cogemos el metro, vamos en coche y en este devenir imparable, nos cruzamos con miles de personas sin reparar en ellas, imbuidos de nuestro ajetreo mental, físico, emocional.
Pero a veces, el alma nos alerta, nos mueve. Para mi es un movimiento interno que me impulsa a levantar la cabeza de mi móvil, de mis pensamientos, de mi libro y mirar al frente para encontrar una mujer, un hombre, un niño o niña y quedarme atrapada en su mirada. En ese instante, el mundo se para. Ya no hay tiempo, ni espacio, solo encuentro, y se abre un momento mágico donde deseamos asomarnos a esa alma como a una ventana al sol para sentir su calor. El encuentro suele durar unos segundos, minutos. Si tenemos suerte, una vida entera pero lo importante no es su duración, sino la intensidad de ese momento donde todo cobra sentido, donde abandonamos nuestro yo individual para fusionarnos, para asomarnos a la otra alma, para descubrir que en esa ventana al sol, es nuestra propia luz la que brilla. Así que, cada día hay una oportunidad para encontrar que en esas ventanas, incluso en lo días más grises, siempre hay sol en esas almas. Elena Bonelli |